Son las 5:30, las seis treinta y la gente no sabe distinguir entre una cara de sueño, una mina vola o una gueona amarga. Caminaba antes como andando en bicicleta, como subiendo las patas, como caballo, a ver si era posible que levantara los pies sin parecer un alienigena... y se me ocurrió entrar otra vez a este mundillo apestoso, a saber a sabiendas que si miraba por ahí y por acá no había para qué preguntar, y el "esta vez tengo testigos" ya no me causa la menor gracia, como lo hiciera alguna vez, al contrario. Nuevamente esa sensación de hastío y repugnancia me gana y le digo que sabes qué? La verdad es que no vale una puta mierda lágrima más, ni una sonrisa dolida. adios.
21/09
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