1.11.07

la pequeña flor está podrida-

Me diste una flor muerta. Una rosa marchita con sus pétalos oxidados y sus hojas contraídas, arrugadas y juntas a la vez. Me pediste que la cuidara, pero sin darte cuenta tu ya la habías matado. No tiene vida aunque la puse en agua, un intento pueril de querer que las cosas funcionen aunque sepamos desde el primer momento que será un fracaso. De igual modo y con una sensación incierta en el corazón le dimos agua a la rosa y dijimos que bonita luce en el florero, que aroma delicado tiene, cuan frágil se ve ahí solitaria en ese recipiente de vidrio.
La dejamos sola y cada cual se fue por su parte. Cuando nos acordamos que debimos haber cambiado el agua pareció ser ser tan tarde. Nos abrazamos fuerte y una lágrima nueva asomaba en mis mejillas. Se deslizó lenta por la muerte de pantano ahogado de esa preciosura. Ese ser delicado que era nuestra responsabilidad no era la misma de antes. El agua había humedecido toda su vida, y como una pared mohosa que se cae en pedazos resbalosos, los pétalos pesaban más que ayer. La pequeña flor está podrida y es nuestra culpa. Su olor a agua estancada se parece a ciertos sentimientos que es mejor arrojar por la tubería.
La miramos silenciosos, pensando cada uno en que quizás algo quede por hacer, y sin decir nada la tomé y la sequé, lavé su tallo y desprendí la mugre. El olor malo se fue pronto y te pregunté si sería bueno dejarla en un frasquito sin agua. Tu movías la cabeza de un lado a otro en el típico gesto de desconcierto. Me preguntaste por qué no había cambiado el agua con un tono de reproche algo hiriente que no comprendí. Sentías que toda la responsabilidad era mía y te pregunté por qué. - ¡Yo te la di!- me dijiste apenado. Yo respondí si te acordabas que en ese momento te besé y nos perdimos, te dije esta flor es nuestra. Nos perdimos tanto que nos olvidamos, descuidamos lo único que importaba realmente, lo más bello y agradable.
Cuando la rosa murió y yo dejé que secara al sol te pareció que te estaba secando a ti. Yo también sentí lo mismo. El sol me endureció y tomé una forma amorfa entre queriendo recibir y protegiéndome.
Me abrazaste otra vez llorando. Tus manos tibias tocaron mi cuerpo que, a pesar de todo seguía frío, con aire pétreo. Me tomaste por la cintura mientras llorabas y posabas tus mejillas, tu rostro en mi vientre. Me recorriste dulcemente lamentando la muerte, reconociendo tu parte en el asunto. Al fin subiste hasta mis pechos y dormiste. Medio dormido, dormitando de sentimientos contrariados. Querías besar mi cuello y me arranqué. Te di una caricia muda en la cabeza y salí al jardín donde había otra rosa muerta. Esta muerte era reciente y parecía un crimen. Un botón con cariño podría abrir. Corrí emocionada hasta ti y te desperté. Me miraste con asombro y luego tu cara, tu gesto se volvió amargo, pasando antes por una melancolía incomparable.
Dijiste que no podías hacerte cargo. Que preferías perderte otra vez antes de llevar el peso de haber muerto nuevamente. Esto requiere mucho cuidado, no estoy listo, ni seguro, esto merece más y estoy con ganas de que resulte pero no, discutiremos y haremos el amor para una pronta reconciliación. Discutiremos más y ya no querré tocarte. Discutiremos tanto que será mejor olvidarnos ahora de nuestra existencia, buscar la flor de alguien más quizás no sea tan difícil. Cuidar nuestras rosas muertas demanda tanto trabajo, tanto tiempo muerto que yo daría todo de mi para que resultara, pero al fin sintiendo que es una obligación que no quise asumir si no que me delegaron, me abrumaré tanto que correré tras de esa silla, tomaré una manta y me haré invisible...
Quizás algún día pueda enfrentarte y te ayude a cuidar muchas flores. Por ahora me siento herido y sin ganas. Dime cobarde si quieres porque talvés lo soy. Sé que depende de mi y no me gusta. Tampoco quiero perderte, pero si esto te importa tanto quizás sea bueno que te alejes por un rato. No me siento preparado para cambiar y dejar estas cosas. Quisiera poder hacerlo pero qué más da. No es la primera vez que lo intentamos y siempre llegamos a lo mismo. ¿Será tiempo de olvidarnos?, lo digo con gran dolor, pero con un sentido de la realidad tan vivo que no puedo equivocarme...
Lo siento, lo siento tanto...
Dejaré morir tu flor.

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