Aveces te olvidas de quién eres y simplemente te dejas llevar por lo que está cerca. La miseria de este lugar no te deja reaccionar y te volvió opaca, cambió tu sonrisa por unos ojos de pena hiriente, de dolor y rabia que en tu boca apretada sangran porque te muerdes; ya deja esto, ya basta, tu piel se marchita.Ya basta de endurecer tu expresión y volver tus días amargos; Allá afuera las cosas siguen su curso y tus sueños hoy están más lejos, talvés por malas decisiones o simplemente como diría cualquier abuela, porque es cosa del destino; pero vamos, deja de pensar en ello y actúa, este mundo no quiere gente sincera y busca, pide a gritos el mejor actor, la mejor sonrisa... vende tu historia, quizás ganes algo más que dándote entera y gastándote por nada, por nada que importe mucho, que sea más trascendental que un amor tortuoso o el perrito que salvaste de la muerte, que la abuelita que te pidió la acompañaras hasta su casa. Realmente es tiempo de que empieces a ser más egoísta, preocuparte por ti antes de que caigas al hoyo en que más de alguien te quiere ver, te lo han dicho no te sorprendas.
Diles que detrás de esta cara de niña dulce hay mucho más, que la dulzura no es sinónimo de debilidad, aunque últimamente peques de esta, que tu emoción no es sobrenatural, que las cosas te afectan tanto como cuando tenías cinco años, y diles cómo te gustaría volver a tener, cinco años y confianza para creer, en la gente y que las cosas pueden ser más simples, simples como mirar todo el día como se balancea un árbol, simple como perseguir una mosca o abrazar a tu padre mientras te consuela porque tienes las rodillas peladas y llenas de tierra, porque querías alcanzar el cielo y en un intento ingenuo te diste entera, lo amaste tanto, que si te miraban a los ojos nadie podría haber dudado nunca que lo más importante en ese minuto para ti era tu cielo, y estaba ahí, con unas nubes esponjosas que creíste eran tuyas, y cuando ibas a saltar para sentir la alegría, de pronto, pf!, caíste al suelo de rodillas y no lloraste estrepitosamente, pero mirar tu cara era saber que habías tenido la primera decepción de la vida, y para peor, de tu cielo, tu cielo amado!.
Lo mirabas con tanta pena, que en tu rostro se instaló callada esa tristeza de no poder entender por qué, ese cielo te prometió tanto, ese cielo te hizo tan feliz, tomaste su mano y volaron, danzaron con las hojas y el ciruelo del fondo de la casa, bailaron y él te dijo que te llevaría lejos, que quería estar por mucho tiempo contigo, y ahora, aunque estaba ahí no lo podías alcanzar, ahí arriba tan callado, parecía ser que ya no te conocía y tenía un mirar indiferente.
Tu tristeza volvió tu expresión más dura, te volviste desconfiada...
Te dejaste llevar por la miseria del lugar, miserable cielo, no me vuelvas a hablar.
[...]
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